Hultner Estrada
La palabra “encarnación” provocó inquietud entre los
participantes. De hecho algunos se retiraron del taller porque pensaron que
Centro Nehemías estaba promoviendo las creencias de la “re-encarnación”.
Lo anterior sucedió hace unos años aquí en
Nicaragua. Se impartía el curso Salmos de la Calle y el facilitador hablaba del
precio que Jesús pagó para acercarse a la humanidad y… “ahora nos toca a nosotros
encarnar a Cristo en la comunidad” repetía el maestro, pero los participantes
parecían no comprender.
Imagen: "En el Principio"
Escultor: Mike Chapman
La verdad, yo, con más de 10 años de ministerio pastoral-juvenil tampoco entendía. Fue hasta que el facilitador nos llevó al pasaje de Juan 1:14 que empecé a encontrarle sentido: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad,” reza el texto. Cuando hablamos de la encarnación del Hijo de Dios, hablamos de ese proceso misterioso a través del cual, el eterno e infinito Creador del universo adoptó un cuerpo de carne.
Como el teólogo Juan Stam explica, el término
"carne" implica no solo nuestra naturaleza biológica, sino también
nuestra vulnerabilidad y aun nuestra inclinación hacia el pecado. Y esa es la
naturaleza humana que el Verbo eterno quiso asumir al nacer entre nosotros. No
nació con alguna naturaleza humana privilegiada, inmune a la tentación y las
angustias de nuestra vida humana, como una especie de "Superman" o
ángel divino que sólo aparentaba ser humano.
Él era realmente humano.
¿Pero qué significa “encarnar a Cristo” en nuestra
comunidad? “El verbo no solo se hizo carne, sino que habitó entre nosotros” me
explicó el facilitador.
Jesús no vino por un rato o por un evento, vino
para quedarse entre nosotros, por más de tres décadas. Vino a caminar en
nuestras calles, a soportar el polvo, los mosquitos, la escasez, el calor, la
sed y el hambre. Vino a convivir con nosotros, a escuchar nuestras pláticas, a
participar en las sinagogas, a visitarnos en nuestra enfermedad, a enrolarse en
la vida de su gente día y noche. “Y por esa decisión de vivir entre nosotros
fue que logramos descubrir su gloria, su gracia y su verdad,” me detalló este
facilitador.
Aquella ocasión me di cuenta que si queremos que
las personas vean la gloria, la gracia y la verdad de Dios a través de
nosotros, más vale que pasemos tiempo con ellos, que caminemos juntos, que
compartamos la vida; que no nos creamos superiores y nos alejemos de la
realidad en que viven; en fin, que lleguemos hasta los lugares donde ellos
están, tal como lo hizo el hijo de Dios desde la primera navidad cuando se
encarnó en Emmanuel… “que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:23).