jueves, 20 de diciembre de 2012

… que traducido es…


Hultner Estrada

La palabra “encarnación” provocó inquietud entre los participantes. De hecho algunos se retiraron del taller porque pensaron que Centro Nehemías estaba promoviendo las creencias de la “re-encarnación”.

Lo anterior sucedió hace unos años aquí en Nicaragua. Se impartía el curso Salmos de la Calle y el facilitador hablaba del precio que Jesús pagó para acercarse a la humanidad y… “ahora nos toca a nosotros encarnar a Cristo en la comunidad” repetía el maestro, pero los participantes parecían no comprender.
Imagen: "En el Principio"
Escultor: Mike Chapman

La verdad, yo, con más de 10 años de ministerio pastoral-juvenil tampoco entendía. Fue hasta que el facilitador nos llevó al pasaje de Juan 1:14 que empecé a encontrarle sentido: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad,” reza el texto. Cuando hablamos de la encarnación del Hijo de Dios, hablamos de ese proceso misterioso a través del cual, el eterno e infinito Creador del universo adoptó un cuerpo de carne.

Como el teólogo Juan Stam explica, el término "carne" implica no solo nuestra naturaleza biológica, sino también nuestra vulnerabilidad y aun nuestra inclinación hacia el pecado. Y esa es la naturaleza humana que el Verbo eterno quiso asumir al nacer entre nosotros. No nació con alguna naturaleza humana privilegiada, inmune a la tentación y las angustias de nuestra vida humana, como una especie de "Superman" o ángel divino que sólo aparentaba ser humano.  Él era realmente humano.

¿Pero qué significa “encarnar a Cristo” en nuestra comunidad? “El verbo no solo se hizo carne, sino que habitó entre nosotros” me explicó el facilitador.

Jesús no vino por un rato o por un evento, vino para quedarse entre nosotros, por más de tres décadas. Vino a caminar en nuestras calles, a soportar el polvo, los mosquitos, la escasez, el calor, la sed y el hambre. Vino a convivir con nosotros, a escuchar nuestras pláticas, a participar en las sinagogas, a visitarnos en nuestra enfermedad, a enrolarse en la vida de su gente día y noche. “Y por esa decisión de vivir entre nosotros fue que logramos descubrir su gloria, su gracia y su verdad,” me detalló este facilitador.

Aquella ocasión me di cuenta que si queremos que las personas vean la gloria, la gracia y la verdad de Dios a través de nosotros, más vale que pasemos tiempo con ellos, que caminemos juntos, que compartamos la vida; que no nos creamos superiores y nos alejemos de la realidad en que viven; en fin, que lleguemos hasta los lugares donde ellos están, tal como lo hizo el hijo de Dios desde la primera navidad cuando se encarnó en Emmanuel… “que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:23). 

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